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La titularidad de la única casa de Barcela, con 300 hectáreas de monte vecinal, crea controversia en Negueira (Lugo)

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Dos gemelos okuparon hace 15 años el inmueble, del que hoy se proclaman legítimos herederos y que un grupo de vecinos intentó calcinar en 2013

LUGO, 20 (EUROPA PRESS)

Es posible encontrar restos de nieve en los costados de la sinuosa carretera que desciende desde el alto de Pedras Apañadas, a más de 1.200 metros de altura, hasta el remanso de paz que representa el embalse de Salime a su paso por el municipio de Negueira de Muñiz, en el extremo oriental de la provincia de Lugo.

Al salvar la ladera de la montaña, escondida tras una curva de la pista que comunica las parroquias de Cancio y Ernes, flotando casi sobre las aguas del embalse, se encuentra la casa de Barcela, la única que sobrevivió a la construcción de la presa en los años 50 por encontrarse en la zona más alta del pueblo.

Bajo las aguas café con leche del río Navia, plagada en esta época del año de troncos que viajan a la deriva como resultado de las últimas lluvias, yace el resto de la aldea, iglesia incluida, que emerge a la superficie cada vez que fluctúa el nivel de agua del pantano.

Allí viven desde hace 15 años, sin instalación eléctrica y en el más riguroso aislamiento, dos hermanos gemelos que llegaron a Negueira en busca de sus raíces y que acabaron descubriendo tiempo después, afirman, que tenían derechos de propiedad sobre la casa en la que se habían instalado sin permiso. La única del pueblo.

Una propiedad que los convertía además en exclusivos titulares de las 193 hectáreas de monte vecinal en mano común de Barcela y les entregaba también derechos de aprovechamiento sobre parte de las 304 que conforman la cercana unidad de Barcela-Vilauxín.

HEREDEROS «POR SORPRESA»

Raúl y Adolfo Graña tienen 55 años, nacieron en Barcelona y aterrizaron en el municipio de Negueira –uno de los más despoblados de la provincia de Lugo, con apenas 240 habitantes– tras la muerte de su padre, en el año 2009.

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Su abuela paterna, relatan a Europa Press, vivió en Barcela antes de la construcción del embalse y se quedó allí cuando su marido –el abuelo de los gemelos– decidió emigrar a Argentina. Ella era la propietaria, sostienen ahora los hermanos, de la casa en la que hoy habitan. Y también, dicen, de una serie de terrenos en el cercano monte de Ernes.

«Nuestro padre apenas hablaba de Barcela. Nosotros vinimos a esta zona para conocer nuestras raíces y nos metimos a vivir aquí. Después encontramos en un altillo de la casa de Barcelona unos foros del siglo XVII y otras escrituras que hablaban de este lugar. Fue una sorpresa», explican.

Aquellos foros –contratos territoriales, generalmente agrarios, que se utilizaban antiguamente para regular la cesión de tierras o de bienes– hallados en la vivienda familiar del barrio de Les Corts, los convertían –o eso pensaban ellos– en legítimos herederos de la casa insumergible de Barcela.

Pero no todos en el municipio de Negueira tenían la misma opinión y los gemelos tardaron cuatro años en conseguir empadronarse en Barcela. «Tuvieron problemas para censarse porque ellos eran okupas y había venido una vez un propietario y había dicho que no se censara allí a nadie. Porque ellos entraron en varias casas antes, no entraron solo en esa, pero de las otras salieron», relata al respecto José Manuel Braña, alcalde de Negueira de Muñiz desde el año 2003.

«Yo no dirimo si son herederos o no de esa casa. Yo acepté a censarlos porque ellos en realidad viven allí. Y yo estoy obligado a que si alguien está residiendo en un sitio, censarlo en él», precisa, acto seguido, el regidor del municipio lucense.

EL CONFLICTO

Tras cuatro años residiendo en Barcela y una vez regularizada su situación censal, la relación entre los nuevos moradores de la aldea y el resto de vecinos del municipio –asentados en la zona, la mayor parte de ellos, a partir de la creación a finales de los años 70 de la comuna de Foxo– comenzó a enturbiarse.

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El 5 de junio de 2013, ocho vecinos del municipio –más de 12 según el testimonio ofrecido entonces por los hermanos– se presentaron en la casa de Barcela armados con palos y otros útiles de labranza, apedrearon las ventanas de la propiedad y prendieron fuego a unas pacas de paja provocando que las llamas se propagasen por el inmueble, con los gemelos dentro, causando daños en puertas y dinteles.

El episodio se saldó con la condena, ocho años más tarde, para siete de los implicados en el intento de quema del inmueble a una pena de prisión de tres meses por un delito de incendio y daños en una vivienda con peligro para las personas. La titularidad de la casa Barcela que a punto estuvo de resultar calcinada, precisaba la sentencia promulgada por la Audiencia Provincial de Lugo, «no había podido ser acreditada».

Aunque la motivación de la disputa, de acuerdo a la declaración efectuada por algunos de los procesados en sede judicial, tuvo su origen en el presunto robo de animales por parte de los hermanos, los derechos de aprovechamiento de los montes vecinales en mano común de Barcela –sin benefactor alguno hasta la llegada de los gemelos a la casa del embalse– siguen generando controversia y alterando la convivencia en el tradicional paraíso hippie de Negueira de Muñiz.

La relación entre los hermanos Graña, que tan solo reciben la visita periódica del taxista al que pagan para que les baje la compra desde la localidad de A Fonsagrada, y el resto de habitantes, continúa siendo tensa. Los gemelos acusan a los vecinos de «tirar al embalse» un automóvil de su propiedad y estos se defienden tildando a los hermanos de «violentos» y culpándolos de «romper la convivencia» en el municipio.

«Tenemos bastantes problemas con esta gente. Son personas conflictivas. No había conflictos en la zona antes de su llegada», asegura al respecto una de las pocas vecinas de Negueira que accede a referirse a los hermanos Graña.

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POR UN PUÑADO DE PINOS

Según datos de la Consellería do Medio Rural de la Xunta, aproximadamente la cuarta parte del territorio gallego, es decir, más de 700.000 hectáreas, se encuentran actualmente gestionadas por alguna de las 2.800 comunidades de montes vecinales en mano común (MVMC) que hay en Galicia. Una figura, prácticamente exclusiva del noroeste de España, que concede la propiedad y el aprovechamiento del monte en cuestión, sin asignación de cuotas, a los vecinos de la parroquia en donde se encuentre ubicado dicho monte.

Una fórmula que entrega el control de los montes –bienes por ley «indivisibles, inalienables, imprescriptibles e inembargables»– a sus vecinos para emplearlos en su «directo beneficio», pero que puede llegar a convertirse también en un potencial foco de conflicto.

«El tema de las comunidades de montes puede tener algo que ver en lo que pasó. Una cierta relación, pero no toda, porque ahí en el monte de Barcela ni se vendió madera ni hay mucha madera tampoco», manifiesta el alcalde de Negueira, José Manuel Braña, para acto seguido reflexionar: «Estas cosas del rural profundo muchas veces son chispas que saltan cuando menos te lo esperas. Las comunidades de montes son complicadas cuando hay algo para repartir».

De los 18 montes en mano común que quedan en Negueira, el de Barcela, aquel que pertenece a la única casa que no pudo anegar el embalse; el que gestionan hoy, de manera exclusiva, los Robinsones de Les Corts que llegaron para quedarse; y el que da sombra, en verano, a la playa fluvial por excelencia del municipio; continúa siendo, 15 años después, el más polémico y deseado. «A todos les habría encantado que esta casa desapareciese como el resto y que nosotros no estuviéramos aquí. Pero queremos ser libres y vivir en paz. Y no vamos a marcharnos», sentencia Raúl Graña, clavando la mirada en las aguas del Navia.


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