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Un estudio de la UGR revela que las ranas del Pleistoceno se hacían más grandes con clima adverso

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GRANADA, 17 (EUROPA PRESS)

Un equipo multidisciplinar de científicos coordinado por la Universidad de Granada (UGR) ha estudiado el tamaño de las ranas que vivieron en Orce, en el norte de la provincia granadina, hace 1,5 millones de años y ha puesto de manifiesto que sus cuerpos aumentaban de envergadura cuando las condiciones climáticas se volvían más adversas.

Esto se debió a que, con el frío y la aridez, las ranas deben almacenar energía, soportar las bajas temperaturas y aumentar su fertilidad, según ha detallado la UGR en una nota sobre este trabajo liderado por Almudena Martínez-Monzón y Hugues A. Blain (Iphes, Tarragona) en el marco del ProjectORCE, dirigido por Juan Manuel Jiménez-Arenas, investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la UGR. El trabajo está disponible en la revista científica ‘Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology’.

«Cuando pensamos en los animales que habitaron Orce hace 1,5 millones de años, a nuestra mente vienen titánicos mamuts, imponentes hipopótamos, fieros tigres con dientes de sable», o «astutas hienas», ha detallado Jiménez Arenas, quien ha agregado que «todas estas especies se han extinguido» mientras ranas, culebras o lagartos «han sobrevivido a los múltiples cambios climáticos».

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«De hecho, la protagonista de nuestra investigación, la humilde rana común (Pelophylax perezi), sería tan común –o quizás más– en los albores de la presencia humana en Europa como en la actualidad», ha explicado Jiménez Arenas.

En los últimos años, muchos trabajos científicos han puesto de manifiesto la capacidad de adaptación de los anfibios y reptiles definiéndolos como excelentes indicadores de los cambios ecológicos y climáticos que ocurren en los ecosistemas.

En los yacimientos de Orce, mundialmente conocidos por sus relevantes aportaciones al campo de la evolución humana, el estudio de estos pequeños vertebrados es de vital importancia para establecer el contexto climático y ecológico de los ecosistemas que habitaron nuestros antepasados. Los cambios en el tamaño de los anfibios, concretamente de la rana verde, la más presente en estos yacimientos reflejan los cambios climáticos y ambientales que ocurrieron durante el Pleistoceno, un periodo clave para el estudio de la evolución humana.

Para poder analizar el tamaño de estos anfibios se han estudiado los húmeros fósiles de ranas verdes (P. perezi) recuperados mediante el proceso de lavado de sedimentos procedentes de los yacimientos de Orce. Gracias a la toma de medidas de este hueso, los científicos han podido reconstruir el tamaño que tendrían las ranas que habitaron los lagos de la zona al mismo tiempo que lo hacían los primeros humanos.

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En el caso de los yacimientos de Orce, durante los periodos en los que el clima es frío y seco y las ranas tienen pocos recursos a su alcance, aquellas que son más grandes son capaces de almacenar más energía, soportar las bajas temperaturas y aumentar su fertilidad, ya que las ocasiones para reproducirse escasean. Es decir, se prioriza la calidad de los huevos, aumentando así las posibilidades de los renacuajos de completar su desarrollo y sobrevivir.

«Sin embargo, durante los periodos más favorables (cálidos y húmedos) en los que hay más recursos, las ranas no necesitan tener un gran tamaño y pueden invertir toda su energía en reproducirse en más ocasiones. En este caso, se prioriza la cantidad de huevos que se pueden poner durante la época de reproducción y no la calidad de los mismos», ha señalado Martínez-Monzón.

Además, «durante estos periodos de abundancia los ecosistemas son más húmedos y ricos en especies vegetales por lo que las ranas no necesitan ser grandes para conservar la humedad. En cambio, cuando el clima es más seco, una mayor relación superficie-volumen disminuye la pérdida de agua por evaporación, favoreciendo así a los individuos de mayor tamaño», ha agregado la científica.

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