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Nigeria conmemora una década desde el secuestro en Chibok, en medio de una grave crisis de seguridad y un incremento de los secuestros

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La amenaza de yihadistas y bandas armadas siguen poniendo en jaque el derecho a la educación de miles de niños

MADRID, 14 (EUROPA PRESS)

Nigeria conmemora este domingo el décimo aniversario del masivo secuestro de más de 275 niñas a manos de Boko Haram en un asalto a una escuela en la ciudad de Chibok, situada en el estado de Borno (noreste), fecha que llega con más de 80 aún en cautiverio y en medio de una creciente seguridad en esta y otras zonas del país que se ha saldado con miles de raptos a manos del grupo terrorista y otras bandas criminales durante los últimos meses.

La noticias del secuestro en Chibok por parte de Boko Haram –que significa «la educación occidental es pecaminosa» en idioma hausa y que lucha por imponer una versión radical de la ‘sharia’ en Nigeria– desataron una oleada de indignación a nivel mundial materializada en la campaña #BringBackOurGirls (Devolvednos a nuestras niñas).

Las secuestradas fueron trasladadas al bosque de Sambisa, donde permanecieron retenidas en duras condiciones, sometidas a trabajos forzosos y algunas de ellas forzadas a casarse con miembros de Boko Haram, lo que desencadenó en esfuerzos del Gobierno, entonces encabezado por el presidente Goodluck Jonathan, para lograr su rescate.

La indignación a nivel nacional e internacional aumentó después de que el entonces líder del grupo, Abubakar Shekau –muerto en 2021–, amenazara con vender a las niñas en mercados, lo que llevó a varios países, incluidos Estados Unidos y China, a ofrecer su apoyo a Abuya para reforzar las patrullas y los esfuerzos de búsqueda en el bosque de Sambisa.

Las labores de las fuerzas de seguridad y las negociaciones con el grupo permitieron liberar a decenas de niñas, mientras que cerca de 60 lograron escapar por su propio pie, si bien más de 80 siguen cautivas, sin que se conozca su paradero y sin que haya informaciones sobre posibles contactos con Boko Haram, ahora escindido en dos tras el surgimiento de Estado Islámico en África Central (ISCA) para su puesta en libertad.

Glory Mainta, una de las secuestradas en Chibok, ha relatado en declaraciones a Amnistía Internacional que se siente «muy triste» por las que siguen en manos del grupo. «Tengo la esperanza de que recuperen la libertad como nosotras. Sabemos cómo era estar allí, por eso quiero que queden libres, para que puedan estar con su padre y su madre», ha afirmado.

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Mainta ha relatado que sus captores «le hicieron muchas cosas» y ha agregado que, tras su liberación, volvió a la escuela, donde ha concluido sus estudios. «Al principio tenía miedo de volver, y cambié de escuela para estar cerca de mi padre y mi madre; no quiero estar ni un minuto más sin ellos. He terminado la enseñanza secundaria», ha destacado.

Mary Dauda, otra de las secuestradas, ha recalcado que el lugar en el que estuvo retenida «era muy malo». «Sufrimos allí. Pasamos hambre. No dejábamos de pensar en nuestros padres y madres en casa y nos preguntábamos si un día nos reuniríamos con ellos», ha señalado, antes de afirmar que también volvió a la escuela tras su liberación.

«Cuando estábamos cautivas, nuestros captores nos dijeron que teníamos que casarnos con ellos o de lo contrario no nos darían comida. Teníamos que construir habitaciones para ellos y barrerlas, para que pudieran casarse y dormir dentro. Decían que si nos casábamos con ellos, esa sería nuestra vida. Si no lo hacíamos, seríamos sus esclavas. Las que se negaron a casarse con ellos continúan cautivas», ha manifestado.

Por contra, Mary Abdullahi, madre de una de las secuestradas que sigue en manos de Boko Haram, ha lamentado que desde hace diez años «no ha tenido contacto» con Bilkis. «No sé cómo está. No la he visto. Me siento mal cuando se menciona su nombre. Quiero que el gobierno haga algo al respecto», ha dicho.

«Se llevaron a nuestras niñas de casa, se las llevaron de la escuela. Es el Gobierno el que debe intervenir. Algunas niñas han sido liberadas, así que espero que si sigo suplicando al Gobierno, mi hija también vendrá a casa», ha destacado. «Sólo quiero ver a mi hija. Esa es mi esperanza», ha agregado Abdullahi.

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EXPANSIÓN GEOGRÁFICA DE LOS SECUESTROS

El secuestro tuvo lugar en el marco de un conflicto abierto desde que Boko Haram –fundado en 2002 por Mohamed Yusuf con el nombre oficial de oficial es Grupo en Defensa de la Tradición del Profeta para la Predicación y la Yihad– se alzara en armas en 2009 tras la muerte de su líder a manos de las fuerzas de seguridad.

Sin embargo, y pesar de las promesas de las autoridades para hacer frente a la situación y el intenso despliegue de militares y policías en la zona –acompañado de denuncias sobre abusos contra la población civil–, el área sigue siendo epicentro de una crisis que además se ha expandido durante los últimos años a otras zonas del país.

Save the Children indicó en 2023 que cerca de 1.700 alumnos habían sido secuestrados el Nigeria desde el incidente en Chibok, cifra que ha repuntado en los últimos meses a causa de una serie de raptos en diversas zonas del norte y del centro del país africano, a menudo achacados a «bandidos», grupos criminales que han hecho de los secuestros una de sus principales fuentes de financiación.

Así, más de 200 niños fueron secuestrados entre febrero y marzo en escuelas en los estados de Kaduna y Sokoto, mientras que decenas de mujeres desplazadas fueron raptadas en marzo en un asalto de supuestos miembros de Boko Haram en Borno. Los sucesos de este tipo se han extendido incluso a zonas del oeste del país.

La crisis derivó de años de conflicto entre pastores y agricultores –en el marco de las tensiones entre las comunidades musulmana y cristiana por las disputas sobre las tierras, campos y pastos ante la creciente desertificación en el norte a causa del cambio climático–, que provocó una proliferación de grupos armados responsables de asesinatos, saqueos y extorsión en zonas rurales.

UN DILEMA «DESGARRADOR»

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En este contexto, Anietie Ewang, investigadora de Human Rights Watch (HRW) para Nigeria, ha afirmado que «para muchos niños en el norte de Nigeria, la búsqueda de una educación significa hacer frente a la constante amenaza del secuestro». «Los niños nunca deberían hacer frente al desgarrador dilema de sacrificar su seguridad para obtener una educación, pero esta insostenible elección, reflejo de la profunda inseguridad que afecta el país, se les impone cada día», ha lamentado.

Una de las niñas liberadas ha señalado en declaraciones bajo anonimato a esta ONG que se siente «fatal» e «impotente» cada vez que lee noticias sobre nuevos secuestros de niños en escuelas en Nigeria. «Aún no estamos seguros. Me trae a la memoria lo que me pasó. Nunca podré olvidar ser arrebatada a mis padres y a mi familia durante tanto tiempo», ha afirmado.

La inseguridad ha tenido un grave impacto en la escolarización de las niñas en el norte, reflejo de lo cual fue un estudio en 2021 de la Oficina Nacional de Estadísticas y UNICEF, que reflejó que más de las adolescentes y mujeres de entre 15 y 49 años en el noreste y el noroeste del país eran analfabetas.

La cifra contrasta con el uno por ciento de analfabetismo entre adolescentes y mujeres en este rango de edades en el sureste y el siete por ciento en el suroeste, y va en línea con las cifras de asistencia escolar por parte de niñas: el 50 por ciento en el noreste y el 40 en el noroeste no iban a primaria o secundaria, en comparación con menos del diez por ciento en el sur de Nigeria.

Por ello, Ewang ha hecho hincapié en que «ahora más que nunca, las autoridades nigerianas deben incrementar sus esfuerzos para hacer que la educación sea segura para los niños». «Deben trabajar con las comunidades para adoptar medidas para respetar los derechos y destinar financiación, sistemas y estructuras adecuadas para garantizar que los niños pueden estudiar sin verse expuestos a graves daños», ha apostillado.


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