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Layla Martínez ha logrado llevar la esencia de los fantasmas de la Alcarria conquense a través de su obra, «carcomiendo» Latinoamérica y extendiéndose hasta Corea

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La novela aborda la violencia de género, la dominación de clase y la memoria histórica, con las mujeres de su familia como protagonistas

CUENCA, 23 (EUROPA PRESS)

‘Carcoma’, la novela con la que Layla Martínez (Madrid, 1987) ha revivido a los fantasmas de la Alcarria de Cuenca, no para de sumar nuevas ediciones, hasta alcanzar la 52, y de cruzar fronteras, pues se va a traducir a 14 idiomas, algunos tan lejanos del terruño como el coreano, el turco, el húngaro o el checo.

La autora de ascendencia conquense ha compartido con Europa Press el secreto del éxito de su primera novela, que hibrida la dura injusticia social de los Santos Inocentes con el realismo mágico de Pedro Páramo, el fantástico latinoamericano actual o el imaginario colectivo de esa zona de la región.

«Ha sido el boca a boca, el lector a lector. Una editorial pequeña no puede hacer grandes campañas de promoción, lo que me emociona mucho, porque significa que a la gente le ha ido gustando», agradece Martínez, que, de momento, ha vendido más de 15.000 ejemplares con Amor de Madre, una editorial joven que visibiliza a colectivos LGBTQ+ y a los movimientos feministas.

Con paso pequeño pero constante, como el de las larvas de la carcoma, la obra de esta licenciada en Ciencias Políticas y máster en Sexología ha cruzado el charco como una plaga. Ya se ha publicado en Chile y pronto verá la luz en Argentina, Colombia, México o Bolivia, a cuyas ferias del libro su autora ya ha sido invitada.

«Me hace mucha ilusión», ha confesado Martínez, que explica que ‘Carcoma’, pese a tener a la Alcarria conquense como trasfondo local, aborda asuntos que son universales como la venganza, la dominación de clases o la violencia de género. «Por desgracia, hay pocos lugares en el mundo que se libran de ella».

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Además de despertar la curiosidad de lectores de casi una veintena de países, la historia protagonizada por una abuela y su nieta también ha saltado de las páginas del libro. Aparte de la adaptación teatral, que ya se está haciendo en México, hay dos productoras, una española y otra brasileña, interesadas en llevar su novela a la pantalla.

«Me gustaría mucho verlo, pero sé que se va a convertir en otra obra, porque se va a hacer una reinterpretación y que, a lo mejor, no tiene nada que ver conmigo o, incluso, no me va a gustar, como le ha pasado a Cristina Morales o Juan Marsé».

HISTORIA FAMILIAR

Martínez, que ha publicado otros ensayos como ‘Gestación subrogada’ o ‘Utopía no es una isla’, relata que su primera novela surgió del deseo de querer contar la historia de las mujeres de su familia materna y de la casa familiar en un pueblo de Cuenca. «En el libro hay cosas reales, como la historia de mi bisabuelo, la dureza de la posguerra, las creencias en los aparecidos o en las santas. Pero cambié el final porque quise dar a las mujeres de mi familia la oportunidad de vengarse».

«Les tocó sufrir la violencia de género y de clase, y por eso quise que en la ficción no volvieran a ser víctimas», ha asegurado la autora, que añade que el «orgullo, la rabia y de rencor» les sirvió para sobrevivir.

Además de estas mujeres, la novela tiene otros dos claros protagonistas: la casa, que «protege y ahoga», y el armario «hambriento» que se traga personas, y que también tienen base real. «En esa casa nadie se quiere quedar a dormir solo, ni mi abuela, que cuenta que se le ha aparecido su madre», confiesa Martínez, en alusión a la cultura de la muerte y de los aparecidos extendida en esta comarca conquense.

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Respecto al armario, la autora cuenta que se ha inspirado en el que hay en la habitación donde duerme cuando va a casa de su abuela, que tiene mucho significado para la familia. «En él se guardan trajes importantes en la historia familiar, como el vestido de novia de mi abuela, que se casó de luto, el traje de nazareno de mi tío o la mortaja de mi abuela, que ya la ha cosido y la tiene ahí, esperando».

No menos simbólicos son los difuntos perdidos que llegan a la casa «después de andar por el monte» y que se refugian en las ollas de la matanza de la «vieja». Con ellos alude a los muchos hombres que, al término de la Guerra Civil, se echaron a la Serranía de Cuenca, unos por cuestión de supervivencia, otros por compromiso político.

LAS SOMBRAS DE LA GUERRA

«Son las sombras que vivían en el monte y bajaban de noche a los pueblos a por alimento y a ver a la familia, y morían tras enfrentamientos con la Guardia Civil o directamente en partidas de caza que hacían esa especie de cuerpos paramilitares que había, que los dejaba tirados, ni en fosas comunes», ha condenado.

«Me parecía que esas personas, que vuelven para resolver cuentas pendientes y poder descansar, y que representan una herida social que no ha tenido un cierre colectivo ni simbólico, conjugaban muy bien con esos fantasmas que están en la sombra en esa casa, y que no pueden irse porque no han cerrado ese trauma».

En cuanto al anonimato del pueblo en el que transcurre la trama, tras precisar que las protagonistas principales tampoco tienen nombre, Layla Martínez dice que barajó haber creado un nombre ficticio, al estilo de William Faulkner o Gabriel García Márquez, aunque finalmente optó por no dar una ubicación concreta a la historia.

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«Pero la gente de la zona lo ha pillado, sobre todo por el apellido Jarabo, que es bastante común y alude al que fuese ministro de Justicia con Franco» y que, según cuenta, decidió citar a «modo de venganza» y por hacer justicia: «Fue gente que lo hizo pasar muy mal a mucha gente de la zona y nunca fue juzgada».

EL DÍA DEL LIBRO, EN CALMA

Pese a vivir en Barcelona, ciudad que vive como pocas el Día del Libro, Martínez encara la efeméride de este domingo con la calma final que requiere la recta final del embarazo. «Salgo de cuentas en 10 días y este Sant Jordi me lo tomo con tranquilidad. Retomaré con la Feria de Madrid y las ferias internacionales».

Preguntada sobre si el libro que regalara, cumpliendo con la tradición de este 23 de abril, será ‘Carcoma’, dice que no lo hace por «vergüenza», y de recomendar alguno, habla de los Édouard Louis, un autor francés que también narra la historia de su familia, abordando cuestiones incómodas como el racismo, la homofobia o la pobreza.

En cuanto a las lecturas que le han inspirado y que leía en esa habitación de la casa de su abuela, la escritora madrileña se declara fanática del terror, género en el que se inicio con el anglosajón, como ‘Colección de pesadillas’ o los libros de Stephen King, aunque confiesa que ahora disfruta de la mano del fantástico lationamericano.

«Me parece más rico que el anglosajón, porque es más innovador y por el uso del lenguaje, sobre todo el que están desarrollando mujeres como Mónica Ojeda o María Fernanda Ampuero, en cuyas obras hay hibridez entre géneros, como en Carcoma».


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