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La amenaza yihadista se traslada a nuevas áreas en el norte de Mozambique

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La filial de Estado Islámico está desplazando su actividad de Cabo Delgado a Niassa ante la presión militar

MADRID, 15 (EUROPA PRESS)

El conflicto que estalló en el norte de Mozambique en el otoño de 2017 ha entrado en una nueva fase en los últimos meses gracias a la intervención de tropas ruandesas y de la Comunidad para el Desarrollo del Sur de África (SADC, por sus siglas en inglés) en apoyo de las fuerzas mozambiqueñas, pero la amenaza yihadista de la filial de Estado Islámico aún no ha sido derrotada.

Tras años negando la realidad de la amenaza que se cernía sobre la región de Cabo Delgado, el Gobierno de Filipe Nyusi finalmente aceptó la ayuda que le brindaban los países de la región para acabar con Estado Islámico en África Central (ISCA), la filial del grupo terrorista que desde junio de 2019 reivindica los ataques en esta zona del país.

El despliegue de tropas de Ruanda el pasado julio, al que siguió la llegada de las fuerzas de la misión de la SADC (SAMIN), ha supuesto un punto de inflexión que ha devuelto en gran medida la iniciativa al Gobierno mozambiqueño, que había venido contemplando impotente como los yihadistas se hacían con el control de amplias zonas de la provincia, incluidas las ciudades de Mocimboa da Praia y Palma.

Ambas fueron recuperadas hace unos meses por las fuerzas mozambiqueñas con apoyo de Ruanda, como celebraron esta misma semana altos cargos militares de los dos países reunidos en Kigali. El encuentro sirvió para ensalzar los «éxitos» frente a los insurgentes y para poner en valor que a las operaciones militares han seguido operaciones de estabilización que están permitiendo el retorno de algunos desplazados a sus lugares de origen.

Por su parte, los líderes de la SADC también se han reunido esta semana para evaluar los resultados alcanzados en los últimos meses y para renovar el mandato de SAMIN durante otros tres meses más, según anunció Nyusi, con la posibilidad de ampliar este plazo. «El terrorismo no se termina en un mes o en un año», advirtió el presidente mozambiqueño, incidiendo en que «las actividades contra los terroristas tendrán que continuar».

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La presión militar en los últimos meses, gracias principalmente a que las fuerzas ruandesas pero también las sudafricanas están mejor entrenadas y equipadas que las mozambiqueñas, hizo que inicialmente los yihadistas optaran por evitar el combate directo, a sabiendas de que estaban en inferioridad.

LA AMENAZA NO HA DESAPARECIDO

Pero, como han venido advirtiendo los expertos y ahora también comienzan a reconocer las autoridades mozambiqueñas, la amenaza no ha desaparecido, sino que los milicianos de ISCA han trasladado su actividad hacia otras áreas.

Hasta el pasado verano, estaban presentes principalmente en la franja costera de Cabo Delgado pero ahora los ataques se concentran sobre todo en los distritos de Nangade y Mueda, fronterizos con Tanzania, donde ISCA también ha llevado a cabo ya algunas acciones armadas. Y también se están extendiendo a otras dos provincias vecinas de Cabo Delgado, Niassa, al oeste, y Nampula, al sur.

La situación es más preocupante en Niassa, una provincia interior, con una orografía mucho más abrupta y de más difícil acceso, lo que facilita el refugio de los yihadistas. En opinión del grupo de análisis Signal, ISCA probablemente pretende aprovechar esta provincia para «recuperar y recalibrar su insurgencia», libre de la presión de las fuerzas de seguridad.

Por ello, añade, cabe esperar un «aumento del nivel de violencia», sobre todo en el distrito de Mecula, fronterizo con Cabo Delgado, con las fuerzas de seguridad y sus instalaciones como objetivo para apoderarse de armas y material de combate. Dado que la situación socioeconómica es similar a la de Cabo Delgado, Signal prevé que intensifique también el reclutamiento de combatientes.

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Por lo que se refiere a Nampula, este grupo de análisis en materia de seguridad también cree que existe una «amenaza creíble» de que los yihadistas puedan extender sus acciones aquí «a corto plazo, con las fuerzas de seguridad como objetivo, pero también para conseguir comida y otros suministros.

NYUSI RECONOCE LA SITUACIÓN EN NIASSA

Al contrario de lo que ocurrió en los primeros años de este conflicto, las autoridades mozambiqueñas son ahora más conscientes de este traslado de la amenaza. El propio Nyusi ha admitido esta realidad y además ha indicado que los países de la SADC están dispuestos a extender su apoyo militar a otras zonas de ser necesario.

«Nuestros amigos se han puesto a disposición para apoyar la lucha contra el terrorismo en Mozambique y para ellos eso no es solo Cabo Delgado. Si el terrorismo se mueve hacia a la derecha o a la izquierda, nosotros iremos al encuentro de los terroristas», recalcó tras la cumbre de la SADC. «El enemigo se mueve hacia zonas que consideran que les son favorables pero tendrán la respuesta que se merecen», advirtió el presidente mozambiqueño.

Por su parte, el ministro de Defensa, Cristovao Chume, ha asegurado esta semana que «la situación está evolucionando positivamente en Cabo Delgado», pero también en Niassa, aunque reconoció que sigue habiendo «desafíos» para garantizar que «haya cero incidentes» en las zonas afectadas por el terrorismo.

Además, y al contrario de lo que en buena medida había venido ocurriendo en los últimos meses, en los que se estaba animando a la población desplazada a las zonas que habían sido liberadas de los yihadistas, Chume señaló que «todavía no se dan las circunstancias para el regreso de la población» por lo que es «mejor» que permanezcan en donde están.

CRISIS HUMANITARIA

Cuatro años de violencia han provocado una grave crisis humanitaria en Cabo Delgado. Según la ONU, hay 745.000 desplazados internos, de los que más de 642.000 están en Cabo Delgado, casi 100.000 en Nampula y algunos miles en Niassa, si bien en esta provincia se habrían registrado ya algunos nuevos desplazamientos como resultado de los recientes ataques.

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El 52% de los desplazados son niños y el 27% mujeres, mientras que el 80% del total viven con familiares y amigos en comunidades de acogida. En ciudades como Pemba, la capital provincial, hay 152.000 desplazados, frente a la población original de 224.000 personas, mientras que en el distrito de Metuge hay ya más desplazados (127.646) que residentes originales (101.339).

La violencia también ha agravado la inseguridad alimentaria en el norte de Mozambique, una región que además se vio afectada en 2019 por dos devastadores ciclones. Actualmente hay unas 900.000 personas que tienen problemas para garantizar su próxima comida en estas tres provincias.

«A lo largo de mi vida he pasado por momentos difíciles», reconocía recientemente a Médicos Sin Fronteras (MSF) Filomena Bentu, de 80 años, recordando la época colonial portuguesa y la guerra civil que siguió a la independencia en el país «pero este conflicto que vivimos ahora es peor».

Como otros miles de mozambiqueños, Bentu está desplazada y por ahora no puede regresar a su lugar de origen. «Queremos paz», asegura, pidiendo que mientras esta llega «el mundo por favor continúe ayudándonos a aliviar nuestra situación».

«El conflicto sigue sin estar resuelto», resume en declaraciones a Europa Press un diplomático europeo en Maputo, advirtiendo de que si la violencia se extiende a nuevas zonas habrá que dividir efectivos para hacer frente a los yihadistas. «Los terroristas no se van a ir de Cabo Delgado sino que habrá una guerra de guerrillas y seguirán golpeando donde puedan» así que «el conflicto va para largo», vaticina.


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