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El Teatro Real cierra con épica ‘El anillo del nibelungo’: «¡Ha acabado la sabiduría eterna!»

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MADRID, 27 (EUROPA PRESS)

El Teatro Real ha puesto punto y final a la épica que ha impregnado durante cuatro años el ciclo del ‘Anillo del nibelungo’, ideado por Richard Wagner, en los que la propuesta del ovacionado director musical Pablo Heras-Casado ha atravesado numerosas dificultades, incluida una pandemia de coronavirus que a punto estuvo de llevarse por delante parte de la producción.

Un Teatro Real ya a pleno rendimiento se ha vestido de gala para recibir con aplausos el final de la odisea de Sigfried, el protagonista de este ‘Ocaso de los dioses’, en el que encuentra la muerte y en el que, a la vez, Wagner ofrece una suerte de redención con la naturaleza mediante la devolución del codiciado anillo a sus propietarias.

La pandemia ha sido una de las protagonistas a lo largo de los últimos años y, en esta ocasión, ha vuelto a tener más relevancia de la que gustaría en la puesta en escena de la obra wagneriana. Por un lado, pese a no ser un caso confirmado de covid, ha habido un cambio en el reparto: el rol de Flosshilde ha sido finalmente interpretado por Marina Pinchuk y el de la primera norna, por Anna Lapkovskaja, en sustitución de Claudia Huckle, que ponía voz a ambos personajes.

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Tal y como han explicado desde el propio Teatro Real, se trata de dos papeles no protagonistas y el cambio de la cantante, que se puso enferma este pasado miércoles, es, «de momento, solo para hoy».

Por el otro lado, está la cuestión del aforo y el espacio. En este estreno, la ocupación de la sala –ya sin las restricciones obligatorias de pasadas producciones– ha alcanzado el 81%, mientras que para el resto de funciones ya alcanza el 90%. Al igual que en ‘Sigfried’, el Teatro Real ha vuelto a hacer malabares para mantener la distancia de seguridad entre la numerosa orquesta.

‘El ocaso de los dioses’ cuenta con once solistas, 115 músicos –ubicados en el foso y en 8 palcos a ambos lados del escenario–, 62 miembros del coro y 17 actores figurantes. Joan Matabosch ya explicó con la pasada producción que el hecho de que haya más de 100 personas hace imposible respetar en el foso los 1,5 metros de distancia de seguridad para la orquesta, de ahí que hayan salido del foso escénico y casi ‘compartan’ asiento con el público.

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Con puntualidad, ‘El ocaso de los dioses’ ha dado comienzo a las 18.30, hora prevista, para terminar casi cinco horas después, pasada la medianoche. La larga extensión de las obras wagnerianas ya estuvieron sobre la mesa al principio de la pandemia, cuando hubo que adelantar las funciones en torno a las 16.00 de la tarde, para no terminar con las restricciones horarias.

No es la única vez que el horario ‘nibelungo’ supone un quebradero de cabeza, puesto que el propio Matabosch ya puso en solfa por ejemplo las trabas administrativas en la época del estreno de la producción en Madrid (1917), que obligaban a que las representaciones teatrales en toda España terminaran, como máximo, a las doce y media de la noche, con multa de 500 pesetas para los infractores.

De hecho, los empresarios del Teatro Real eran automáticamente sancionados cada vez que programaban una ópera de Wagner, a no ser que optaran por ‘recortar’ las obras: el resultado de todo esto eran obras menos comprensibles (al eliminar incluso a personajes), acompañados del abucheo del respetable, indignado por las ausencias.

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Volviendo al tiempo pandémico, el Teatro Real ha apostado desde el principio por seguir las directrices marcadas por su autor, quien daba mucha importancia a la naturaleza. Curiosamente, la actualidad ha dado vigencia a ese temática y ha permitido enganchar con una historia que habla de que la «destrucción del medio ambiente conduce a la destrucción del ser humano», tal y como detallaba el director de escena, Patrick Kinmonth –quien ha recibido una mezcla de aplausos y algunos abucheos a su propuesta–.

Al grito de ‘¡Ha acabado la sabiduría eterna!’ las valquirias, las tres nornas, hijas de Erda, denuncian la ruptura de la cuerda dorada del mundo, en la que pueden leerse los acontecimientos pasados y presentes. Y, a partir de ahí, se desencadenará la consabida tragedia: la muerte del héroe, (Sigfried, interpretado por un muy aplaudido Andreas Schager) y la lucha final por el anillo.


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