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Arranca la última jornada de votación en Rusia para renovar la Duma estatal

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Putin espera sin demasiadas sorpresas renovar su mayoría en la Duma y reafirmar así su liderazgo, con el que aspira a gobernar hasta 2036

MADRID, 16 (EUROPA PRESS)

Este domingo culmina en Rusia el proceso electoral que renovará la Duma de Estado, la Cámara Baja del Parlamento, en la que el oficialista Rusia Unida espera revalidar su mayoría sin muchas sorpresas, aunque con la sombra de una baja popularidad que amenaza con otorgar más votos a una oposición que, si bien fragmentada, podría hacerse con más parlamentarios.

Estos comicios supondrán la renovación de los 450 escaños de la Duma, en la que se necesitan 226 parlamentarios para contar con la mayoría –actualmente Rusia Unida cuenta con 336 escaños–. El sistema de elección es doble, ya que la mitad de los escaños se deciden por lista de partidos políticos y la otra mitad se elige entre los distritos electorales uninominales.

La renovación de la Duma se vota, además, junto a los comicios legislativos en 39 entidades territoriales y la elección de doce gobernadores regionales.

Más de 110 millones de rusos están llamados a votar una nueva formación de la cámara que tendrá una vigencia de cinco años, es decir, que seguirá en 2024, cuando están previstas las elecciones presidenciales en las que Putin podrá optar a renovar su mandato. Servirá para revalidar la legalidad y legitimidad del Gobierno en una especie de referéndum para el Kremlin.

«Las elecciones tienen que ver con el apoyo al presidente y su sistema», explica el presidente de Política e Instituciones de Rusia del Carnegie Center de Moscú, Andrei Kolesnikov, que agrega que el resultado de estos tres días de votación es «más un voto de confianza sobre Putin y su régimen» que persigue el objetivo de «reafirmar el ‘status quo’ y el régimen actual».

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Las más recientes encuestas, no obstante, dan cuenta de la baja popularidad del partido del presidente, algo que incluso motivó al propio Putin a apartarse y colocar a figuras conocidas, como el ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, o el de Defensa, Sergei Shoigu, para no influir en los resultados.

Las últimas encuestas, entre ellas las de INSOMAR, el Centro de Estudios la Opinión Pública (WCIOM) y la Fundación Opinión Pública (FOM), pronostican entre un 29 y un 30 por ciento de los votos para Rusia Unida, seguida por el Partido Comunista que oscilaría entre un 14 y un 16,5 por ciento según estos sondeos.

Los tres días de elecciones también vienen marcados por la pandemia del coronavirus, que ha servido de pretexto a las autoridades para ampliar los comicios más allá del domingo, que es cuando estaban previstos, en una maniobra que la oposición ya ha adelantado que servirá para dificultar los controles de fraude y, por tanto, ampliar las posibilidades del oficialismo de manipular los resultados. De hecho, «las falsificaciones y los trucos sucios» ya han estado presentes en la campaña electoral, explica Kolesnikov.

Pero no solo la jornada electoral de tres días facilitaría un posible fraude o mecanismos engañosos a la hora de votar. La falta de observadores internacionales también sería un motivo por el que dudar de los resultados, según la oposición. Aunque está prevista la asistencia de algunos observadores internacionales, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) ha decidido no enviar misión, mientras que la vasta extensión geográfica de Rusia y los amplios horarios de votación complican los mecanismos de observación.

De hecho, desde la UE, aunque han evitado hablar de no reconocimiento de los resultados, ya han alertado de que las legislativas tienen lugar en un «clima de intimidación», según ha declarado a Europa Press el portavoz de Exteriores de los Veintisiete, Peter Stano, mientras que la Eurocámara ya ha pedido que, efectivamente, no se reconozcan.

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También Estados Unidos se ha pronunciado, criticando las «restricciones» impuestas por Moscú que han «impedido» observar el proceso electoral «de forma independiente».

En paralelo a estas dudas que se plantean desde la comunidad internacional y que no aseguran un reconocimiento de los resultados, el Gobierno ha venido denunciando una campaña de ciberataques, que tendrían el objetivo de «interferir en el funcionamiento de los servidores y bloquear el sistema electrónico de votación».

COMBATIR LA BAJA POPULARIDAD DEL OFICIALISMO

Putin y Rusia Unida acuden a las elecciones con uno de los índices de popularidad más bajos de los últimos años tras una serie de medidas que no han sido bien recibidas en la población, como la reforma para aumentar la edad de jubilación, que se suman a las restricciones por el coronavirus y las condiciones económicas de la nación euroasiática.

Por este motivo, y conscientes de la traducción que este sentimiento podría tener en las urnas, desde el Gobierno se ha emprendido una campaña de lavado de imagen que ha incluido la aprobación de prestaciones y presiones administrativas que han tenido en el punto de mira a los más vulnerable.

Precisamente son los sectores más empobrecidos los que votan al régimen, ya que «el estado es su única fuente de dinero y, en muchos casos, de empleo», apunta Kolesnikov. La campaña de Rusia Unida, por tanto, se ha centrado en movilizar a este electorado para asegurar una mayoría que, si bien no peligra, sí se amenaza con mermar.

EL «VOTO ÚTIL» DE NAVALNI

La oposición, liderada por Alexei Navalni –actualmente encarcelado tras el envenenamiento que sufrió el pasado año–, ya ha adelantado que no serán unas elecciones justas, por lo que ha abogado por la estrategia del «voto útil», con el que espera reducir el número de parlamentarios de Rusia Unida.

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Para esto, Navalni ha hecho campaña con la intención de que los rusos voten a cualquier candidato de cualquier partido que no sea la formación de Putin, para evitar, así, la capitalización de la cámara en beneficio del oficialismo, a riesgo de la fragmentación de la oposición.

No obstante, los intentos de Navalni por capitalizar el descontento contra el presidente Putin se han visto entorpecidos en repetidas ocasiones como con la prohibición de Moscú a que los buscadores vincularan el término «Vote Smart», por ejemplo.

De hecho, estas tentativas de diezmar la estrategia del «voto útil» han marcado la primera jornada de votación, cuando activistas de la oposición han denunciado que la aplicación electoral que promovía Navalni ha sido retirada de las tiendas virtuales, después de que las autoridades ya hubieran intentado vetar su contenido por la vía judicial.

Uno de los principales asesores de Navalni, Leonid Volkov, ha asegurado en su cuenta de Telegram que las compañías tecnológicas han cedido al «chantaje del Kremlin» al retirar una aplicación que teóricamente señala a los candidatos con más opciones de arrebatar la victoria al oficialismo, algo que ha calificado como «un acto vergonzoso de censura política».

La oposición se ha visto cada vez más diezmada, con unos marcos legales más restrictivos para cualquier disidencia que se han venido reforzando en los últimos diez años en paralelo al fortalecimiento de la «autocracia de terciopelo ilustrada» en la que se ha convertido Rusia bajo el mandato de Putin, apunta Kolesnikov.


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