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Educaguinea abre un comedor social y remodela la escuela para mejorar la educación de niños y jóvenes

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MÁLAGA, 26 (EUROPA PRESS)

Educaguinea, el proyecto socioeducativo de Guinea Ecuatorial liderado por Crisanto Ebang Abeso, sacerdote jesuita del colegio San José de Málaga capital, ha podido retomar este verano la iniciativa tras el parón de 2020 por la pandemia de la COVID-19. Así, han logrado abrir un comedor social y han remodelado la escuela con el objetivo principal de mejorar la educación de niños y jóvenes en este país.

En esta ocasión acudieron cinco voluntarios, tres antiguos alumnos del colegio San Estanislao de Kotska, un profesor del colegio San José y el propio sacerdote jesuita. La idea inicial era que el viaje lo completaran 14 voluntarios pero la situación derivada de la COVID lo impidió. De hecho, han percibido bastante el impacto de la pandemia en el país.

Los cuatro voluntarios llegaron a principios de julio a Guinea y tres regresaron el 18 de agosto, mientras que el sacerdote jesuita lo ha hecho este mes. La labor en la provincia de Djibloho se ha centrado este año en Mebere aunque en Oyala también se ha entregado material escolar, mascarillas, gafas, pupitres así como los juguetes y la ropa cedidas por las familias y recogidas a través de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos (AMPA) del colegio San José.

En Mebere, Educaguinea ha abierto el comedor gracias a la recogida de alimentos efectuada en el centro educativo malagueño, así como a las tres toneladas de comida donadas por Bancosol. De manera estable había alrededor de 80 niños, pero también se ofreció comida a familias y personas que de manera particular la solicitaban.

«Hemos visto que tanto niños como mayores pasaban hambre», ha lamentado Abeso, quien ha agregado que este año han percibido un menor número de menores atendidos debido a la COVID-19: «Entre Mebere y Oyala solíamos asistir a unos 650 niños pero las dificultades para desplazarse han evitado que hubiera más en los poblados».

La situación en el país es «muy precaria», ha admitido el sacerdote a Europa Press, debido a que «muchísimas familias se han quedado sin empleo, sin posibilidad de vender en sus negocios; hay una crisis generalizada». De hecho, el comedor social no sólo ha atendido a niños y jóvenes como es habitual sino que acudían adultos debido a sus necesidades.

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El Gobierno guineano, ha explicado, cerró el país por lo que los desplazamientos han sido muy complicados: «Cada 20 kilómetros prácticamente hay una barrera e ir de un sitio a otros es muy dificultoso, lo que impide el funcionamiento de la economía y ha provocado un aumento de la pobreza y la vuelta a vivir a base de caza y recolección de frutas». De hecho, el sacerdote pudo moverse por su condición de jesuita y gracias a los permisos directos de las autoridades estatales dada la labor que realiza en el país.

Según ha explicado, las medidas gubernamentales para restar impacto ante la COVID provocaron que en Malabo y Bata no haya habido clases durante todo el curso escolar. Sin embargo, en la zona continental del país sí asistían al colegio. Estos comenzaron sus vacaciones en junio, mientras los de Malabo y Bata empezaron las clases en mayo, teniendo vacaciones en la actualidad y con la previsión de volver el 4 de octubre.

«Esto ha hecho que los niños que asisten en Bata y Malabo no estuvieran en los pueblos este verano con sus familias, de ahí el menor número. Hay que saber que los niños cuyo nivel educativo ha superado los niveles de los poblados van a las ciudades para vivir con los parientes cercanos de sus padres y, una vez tengan las vacaciones, regresan a sus casas», ha explicado.

Tanto en Mebere como en Oyala, se repartió el material educativo cedido por la empresa malagueña Liderpapel, además de las gafas recogidas meses atrás para aquellas personas que tienen problemas de vista dentro de una campaña en la que participó también el CEIP Miguel Hernández de la barriada de El Palo, que también recogió telas y material de costura para el proyecto. Igualmente, se ofrecieron en la Diócesis de Mongomo 2.000 mascarillas, una caja de gafas, además de parte de los alimentos recogidos; algo que se repitió en la Diócesis de Ebibeyin, con un millar de mascarillas y gafas.

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Crisanto Ebang Abeso ha admitido que el trabajo realizado ha sido «muy duro», fundamentalmente por las condiciones del país debido a la COVID-19 y porque el número de voluntarios que finalmente se pudieron desplazar era escaso para la gran labor que había por delante. Pese a ello, están muy satisfechos con el trabajo realizado en tan poco tiempo y agradecidos por la ayuda de la población local, muchos de ellos niños y jóvenes que han colaborado en todas las labores.

Así, se ha puesto el techo a la escuela, que quedó preparada para iniciar este curso escolar. El centro tiene dos edificios pequeños, uno realizado por el Gobierno guineano hace años que ya tenía desperfectos que han mejorado, como el cambio de chapas, pintura, etcétera; y el otro que únicamente tenía las paredes. «Nosotros hemos puesto el tejado, lo hemos pintado y hemos colocado sillas y pupitres llevados desde España, gracias a la universidad, además de pizarras y material de despacho», ha explicado.

EL PRINCIPAL RETO: REDUCIR EL ANALFABETISMO

Los voluntarios empezaron a impartir las clases a los niños y a las mujeres: de alfabetización, como el año 2019; y de manualidades, que ha sido una novedad en este año. Además, se ha dejado preparado material de costura para el próximo verano.

En esta ocasión, debido a esos trabajos, el número de clases fue menor pero los voluntarios se han mostrado «contentísimos» con lo realizado, han señalado, añadiendo que después de tantos días pintando, limpiando y remodelando la escuela pensaron que a los niños les costaría iniciar las clases pero fue todo lo contrario: «Se han implicado mucho más que el curso anterior y especialmente los jóvenes. La mayoría llevan años atascados en el mismo curso, sin motivaciones ni planes de futuro y no les suele apetecer acudir a clase en verano pero este año no se han perdido ni una».

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Los retos de Educaguinea para seguir mejorando la educación en dicho país son muchos pero el principal es reducir el analfabetismo, «el causante de muchos de los problemas de pobreza en la zona selvática de la región continental».

Por esta razón se quiere un colegio que imparta Educación Infantil, Primaria y Secundaria «con todas las condiciones para una educación de calidad, que aglutine a niños de los cinco pueblos del enclave: Oyala, Mebere Ondeng, Evordulu, Nguep y Bikuan, que pueda centrarse en la provincia de Djibloho». «La educación, una educación de calidad, es una necesidad urgente aquí», ha enfatizado el sacerdote.

El segundo reto es mejorar el panorama que tienen las mujeres: «La situación de la mujer aquí es indescriptible, sufren demasiado en todos los aspectos y para eso queremos incidir en su formación: Alfabetización, formación profesional, talleres de costura, cursos de informática, oficinistas, becas para niñas, etcétera».

Precisamente, desde España se han llevado este año máquinas de coser para el taller de costura, aunque necesitan más. Igualmente llevaron diez ordenadores, un material ya preparado para el curso próximo. A ello se suman retos como el de la higiene, la conservación de los alimentos, el cultivo, etcétera.

Para solucionar los problemas de luz que hay en muchos de estos pueblos, Educaguinea también está buscando financiación para llevar a cabo un proyecto de energía fotovoltaica elaborado por Rafael Maldonado, profesor del colegio San José; a lo que se suma la previsión de montar un taller de automóviles y otro de madera para que los jóvenes puedan adquirir un oficio.

La ONG prevé iniciar en octubre una nueva campaña de captación de socios para poder seguir acometiendo todos los proyectos de Educaguinea. Los interesados pueden escribir a [email protected] o contactar a través de las redes sociales y, próximamente, en la página web.


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